CARNE TIERRA
Que siga el huerto dando frutas,
frutas hienas,
hinchas,
rojas viseras,
sangrantes dulces
que rajen tu boca.
Que siga el prosaico embate
de sus tallos y purifiquen
la letanía de tu voz
y así te conviertas en verde,
en verde musgo pendenciero
que arroje sus gajos en ese triste
corazón.
Que el huerto llore
y lo haga con sus tomates
doloridos sajando tierra,
piel sobre ballesta,
piedra donde nunca nadie
la inmoló.
Y así el sereno sol posado en
tu entrepierna donde moran las
transcritas,
una de las tantas asumidas como
árboles perennes al alero
de una hoz.
Q
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