martes, 20 de octubre de 2015


















SUPO EL AGUA SALADA QUE EXISTÍAS


Negro alpiste de tu boca naufragada
como en las montañas
pálida angostura,
supo el rostro torcer abreviaturas,
así el domo procrear un cardo amargo.

Negro eran tus ojos de fragata,
tan oscuros al mirar por la bahía,
supo entonces esconder
sus sentimientos,
a lo menos que la pena
existía.

Eras dios
periplo y substancia,
eras árbol con sus frutos germinados
y sedienta la marea te observaba
con sus labios de corales subyugados.




















SIGLO XXI

En este mundo de ególatras compulsivos y de sordos patológicos, en esta vida de dientes para afuera y de muros infranqueables, ¡cómo se desvanece la flor sin la luz del mediodía!. Y se hace el hombre ciego sin necesidad de serlo, se otorga manco, palurdo, esquivo y transitorio; son tan pocas las almas llanas, generosas y tranquilas.
Porque es más fácil pasar sin querer percibir, hablar sin escuchar, tocar el aire que se respira sin tener que hacerlo presionando la carne caliente, la humana, la poco importante.
El mundo ha cambiado como ese árbol del valle que ahora descansa disminuido en un oneroso macetero Bonsai.