lunes, 21 de septiembre de 2020











VUELO 


La golondrina caza,

caza la golondrina y muere

en la mustia estampa de pasto

en los jardines del frente.


Mientras sus plumas las sacan,

en cuanto duermen sus ojos,

cojines,

colchas y alforjas,

no hay viento que la socorra.


La golondrina es hueso y un

corpúsculo incierto,

ha de parar bajo el árbol

hecha tres cruces y entierro.


Es que esa ave volaba sin rumbo sobre el invierno.



 









BAJO LAS LLAMAS


Esa silla desvencijada que se mecía trémula mirando el pastizal, hablaba de los ancestros, de aquellos que con suave presión tallaron su esqueleto formando de sus huesos una estructura semejante al cuerpo descansado de una mujer bordando, y con paso firme, el balanceo de sus patas, como un día hubo andar mi bisabuelo recogiendo alegremente mandarinas, aquel foráneo pasajero que a punta de pala y azadón labró la tierra que hoy no deja de admirarse.

El frío hizo un pacto con el viento, poder destruir lo que antiguamente nunca se pudo por cariño, las tablas pútridas de la mecedora, de los muchos que reposaron en su lomo y por si fuera poco, hacerle una zancadilla a sus piernas de metal, sin embargo, no hubo viento poderoso que indignara a la vieja y menos heladas de la cual no pudiera guarnecerse, sino la soledad fue su fusilero, el abandono con su pila de muertos y las hojas de aquellos árboles que un día la ampararon en su siesta.

En esta época tristona donde el desdén pareciera forjar carácter con su letanía e indiferencia, hace de esa pila de madera la oportunidad precisa para echarla al fogón e instalar sobre su muerte el cuerpo inerte de otro débil, el que labró junto a mi abuelo poniendo semilla y duelo sobre esa morada estancia de betarragas malditas.

 










TRISTE INFANTA


Que toda la resurrección caiga en tu pelo
cuando te peino,
en este invierno mientras
florece el hielo.

Hacer dos trenzas de lozanía,
purgar la rosa,
hacerla trizas,
desviar su sangre
y teñir el manto
que tapa el negro
su desencanto.

Que toda la fe del aire
te pinte luz,
te saque carne,
encierre heridas,
presione llanto
y así decantes en manantiales.


 









VEJADA


Un botón fuera,
piel de manzana,
puntillas de dedos
camino a la cama,
Celina la niña,
cantito de rana
acomoda su pelvis
no sabe de nanas.

Es posible que llore,
que llore brotada
con fiebre en su vientre
donde yace ovillada.

Nacerán en el huerto
mil nodrizas sin caras
pero jamás las que fueron,
sino púas sangradas.

domingo, 26 de julio de 2020

Codicia en Atlas -

ALGO ENTRE MANOS

Con dinero en mano todo se abre,
se abre la venia,
la comisura de labios,
la sinvergüenzura escondida,
la lisonja de hermanos,
porque bastan tres pesos
para que la golfa haga cambios
y prostituya hasta el blanco,
aquel que era sagrado.

Sea en minuta
o en fardos ligados,
¡cómo chiflan los diablos
con morbosidad y sarcasmo.

 

Con dinero en mano todo se abre
¡si señor!,
como las piernas del alma
que por más que les cueste
ser vistas ligeras, no ofrecen 
recato,

sonrojo,

decencia.


 



El Potro Negro" Andrés Hernandez - Posts | Facebook


AZABACHE


Negro era el potro

negro como el resentimiento,

y lo montaba la rabia

con sus espuelas de plata

 

Se empinaba como el viento de invierno

tan mojado de ira,

tan insolente como el vozarrón del desprecio

 

Iba pues machacando las piedras

que un día fueron nobles novias hincadas,

hoy pulverizadas y muertas

tan duras,

tan llanas y descalzas.

 

Negro era el potro

que la envidia llevaba

que hasta vestida de noche

rajaba estrellas lejanas.

 

Y así fue este cuento

entre humanos malditos

que creyendo ser santos

persignaron su sombra

sepultándose vivos.




Tomatal. | Frutas

CARNE TIERRA


Que siga el huerto dando frutas,
frutas hienas,
hinchas,
rojas viseras,
sangrantes dulces
que rajen tu boca.

Que siga el prosaico embate
de sus tallos y purifiquen
la letanía de tu voz
y así te conviertas en verde,
en verde musgo pendenciero
que arroje sus gajos en ese triste
corazón.

Que el huerto llore
y lo haga con sus tomates
doloridos sajando tierra,
piel sobre ballesta,
piedra donde nunca nadie
la inmoló.

Y así el sereno sol posado en
tu entrepierna donde moran las
transcritas,
una de las tantas asumidas como
árboles perennes al alero
de una hoz.

 

 

 

 

 

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